jueves, 18 de diciembre de 2014

Roma no paga traidores


Maximiliano Basilio Cladakis

- Pasen muchachos - dijo el Director, sentado frente a su escritorio, relajado, con sus codos sobre los apoyabrazos de una silla giratoria. En un sillón ubicado a su derecha, el Vicedirector ojeaba un libro. Cuando vio a los dos hombres en la puerta de la gigantesca oficina, levantó por un segundo la vista y su saludo se redujo a un mero gesto con la cabeza.

Los dos hombres entraron. Vestían como lo que eran, oficinistas. Pantalones de jeans, camisas blancas, zapatos marrones. Tenían entre cuarenta y cuarenta y cinco años. Uno era calvo, regordete, no medía más de un metro setenta. El otro era delgado, apenas más alto, tenía cabello claro y lo llevaba corto. El calvo entró primero, el otro lo siguió, más tímido, más inseguro. Cuando estuvieron frente al escritorio, el Director les dijo, sonriendo:

- Siéntense, muchachos, pónganse cómodos ¿Qué quieren tomar?

- Un café estaría bien.

- Para mí también.

El Director apretó un botón. A los pocos segundos, entró una joven voluptuosa a la habitación.

- Sonia, trae dos cafés, un té… ¿vos querés algo?- le preguntó al Vicedirector. Este hizo un gesto negativo con la cabeza.

- Bueno, muchachos- dijo el Director- Imagino que saben porque los llamé.

Los dos oficinistas asintieron con la cabeza. El director volvió a sonreír. El Vicedirector seguía ojeando el libro.

- ¿Qué pasa con Carlos? ¿La gente como lo ve? Me enteré que varios firmaron. Me llama la atención … y, a decir verdad, me duele.

Los dos oficinistas volvieron a asentir con la cabeza. No el calvo, sino el otro, dijo con voz trémula:

- Yo no firme…

El Director giró la silla y detuvo su mirada en un cuadro de naturaleza muerta que colgaba a la izquierda de su escritorio.

- Ya lo sé, ninguno de ustedes dos firmó, los conozco, nunca harían algo así.

- No quieren a la empresa- pronunció el calvo, en un tono donde se entrecruzaba la obsecuencia y la indignación.

El Director se volvió hacia el calvo. Lo miró, fijo, a los ojos e inclinó levemente su cabeza hacia la derecha. El calvo se sintió regocijado. La mirada lo penetraba, se sentía al borde de un orgasmo. El otro agachó la cabeza.

- No quieren a la empresa- volvió a pronunciar el calvo, ahora con una convicción mayor- No se sienten parte de ella. Cada uno hace lo que quiere.

El Director sonrió. Entró la joven voluptuosa con una bandeja. Dejó los dos cafés y el té sobre el escritorio.

El Director revolvió con una pequeña cuchara la infusión.

- Pero no todos son así ¿no?

- No, todos no, pero hay muchos. No trabajan, faltan cuando quieren y se quejan. Carlos los compra, les hace promesas de que van a estar mejor cuando armen el gremio- dijo el calvo- Quiere dirigirlos, manipularlos, con eso les saca de todo. Incluso se rumorea que se está acostando con Claudia, la de Ventas.

- Lo sé- dijo el Director- Hay personas que son así. Es muy triste.

- Sí, claro – volvió a decir el calvo, levantando la voz, transpirado- Son personas egoístas, con las que no se puede construir nada, no tienen puesta ninguna camiseta, salvo la de ellos mismos. Cada cual busca lo suyo. La empresa nos da todo y ellos buscan más, siempre más.

El Director bebió un sorbo de té y asintió con la cabeza.

- ¿Y ustedes que piensan acerca de la posibilidad de que se arme un gremio acá?

- ¡Es una locura!- grito el calvo- Nosotros estamos más que bien. Ellos buscan un amo, y Carlos está dispuesto a serlo. Nosotros no queremos nada de eso, nosotros queremos a la Empresa. La Empresa es, para nosotros, una gran familia. Carlos busca poder, y por eso quiere generar una grieta. Yo hace siete años que trabajo acá, cada logro de la Empresa lo siento como propio. La Empresa cambió mi vida, a mi mujer la conocí acá, igual que mi compañero a la suya, también a mis amigos, a mis mejores amigos. Yo soy alguien, soy alguien por la Empresa. Mi vida y la vida de la Empresa son una sola y misma cosa.

El otro oficinista asintió, algo incómodo, en silencio.

El Director volvió a sonreír.

- Muy bien, muchachos. Yo ahora tengo una reunión. Les pido que presten atención a lo que pasa. La semana que viene nos volvemos a juntar. Tal vez podamos ir a cenar.

- ¡Claro!¡Sería un honor!- gritó, efusivo, el calvo.

Los dos empleados se levantaron de sus asientos, saludaron al Director y al Vicedirector y se fueron de la oficina. 

El Director volvió a detenerse sobre el cuadro de naturaleza muerta. Luego miró al Vicedirector.

- Mañana nos juntamos con Carlos y le ofrecemos un aumento. Que haga el gremio pero que no nos joda. A estos dos los tenemos dos meses más y los echamos. Sobre todo al pelado. Si nos meten en un quilombo con el gremio, nos van a hacer quedar mal con el resto de los empleados.

El Vicedirector balbuceo un “sí”, desinteresado, ausente, mientas seguía ojeando el libro.

viernes, 14 de noviembre de 2014

Sarmiento y la Soberanía Nacional



Edgardo Pablo Bergna

Maximiliano Basilio Cladakis

Hay quienes dicen que las casualidades no existen. Sin embargo, sea por causalidad, o sea por causalidad, es llamativo que, en las vísperas del Día de la Soberanía Nacional, los apologistas de Sarmiento hayan comenzado a lanzar gritos en el cielo por una supuesta falta de respeto cometida por el personaje Zamba hacia el autor del Facundo en un programa de dibujos animados transmitido por el canal estatal Pakapaka.

Es llamativo, porque entre la Soberanía Nacional y Sarmiento hay una relación intrínseca, ineludible. Hablar de Soberanía Nacional es hablar de Sarmiento y hablar de Sarmiento es hablar de Soberanía Nacional. Claro está que esta equivalencia se da por medio de la negación. Sarmiento es la negación de la Soberanía Nacional, así como la Soberanía Nacional es la negación de Sarmiento. 

Decir esto no es incurrir, como algunos podrían suponer, en una suerte de revisionismo histórico trasnochado. Por el contrario, es remitirnos a la historia y a la razón, es dejar el terreno de la mera abstracción e incursionar en lo concreto. Ni la Soberanía Nacional, celebrada en los próximos días es un mero valor vacío de contenido, ni Sarmiento es un sujeto al que se le puedan abstraer todas sus determinaciones históricas, para quedarnos únicamente con un “gran escritor” o con “alguien que pensó el país”. Por el contrario, lo importante es qué escribió y qué pensó (y nos limitamos al Sarmiento “intelectual”, puesto que también fue Presidente, lo que podría llevarnos a qué es lo que “hizo” como Primer Mandatario).

La Soberanía Nacional conmemorada el 20 de noviembre se refiere a un acontecimiento histórico concreto: el Combate de la Vuelta de Obligado, punto axial de la resistencia argentina al bloqueo e invasión anglo-franceses. La Argentina en gestación, la Argentina que apenas estaba haciéndose, la Argentina no sólo de Juan Manuel de Rosas, sino de los sectores populares, la Argentina, en términos sarmientinos, Americana, se había enfrentado a las dos potencias más grandes de la época. Fue una gesta heroica comparable al triunfo sobre los ingleses al principio del siglo XIX y a las primeras luchas independentistas contra la corona española. Era, como lo diría el propio San Martín al entregarle su sable a Rosas, una continuación de dichas luchas.

Sarmiento ocupó un rol muy importante en dicha gesta: ser uno de los que, desde el exterior, alentaba la invasión anglo-francesa a nuestra patria y que, incluso, exigía que dicha invasión sea más agresiva de lo que fue. Cabe aclarar que esto no surge de alguna carta secreta, ni de un documento perdido recién descubierto, sino que es explicitado por el propio Sarmiento en su obra más reconocida, es decir, Facundo. Sarmiento es, por lo tanto, la antítesis de la Soberanía Nacional.

Y para decir esto no hacen falta ni grandes exegesis ni intrincadas hermenéuticas. Sólo alcanza con leer el libro mencionado. Facundo es una obra clara, maciza, sin fisuras ni ambigüedades. Hay dos argentinas: la Argentina Americana que es la Argentina bárbara y la Argentina Europea que es la Argentina civilizada. Entre ambas argentinas no hay mediación posible. El poncho se enfrenta al frac y viceversa, sólo uno puede sobrevivir (los que hablan de la profundidad de Sarmiento, deben tener complicaciones en este punto y no ver en la importancia que el Sanjuanino le da al frac algo, mínimamente, un poco estúpido).

La Argentina Americana, bárbara, es la que sostiene su soberanía, en tanto que es la que hizo frente a los embates de las potencias europeas. Frente a esa Argentina, el propio Sarmiento declara explícitamente en el Facundo ser un traidor. “Traidor a la causa americana”, se reconoce a sí mismo. Por lo tanto, decir que Sarmiento es un traidor a la Patria, y también a América Latina, no es injuriarlo, sino tan sólo repetir lo que él mismo dice. La apuesta de Sarmiento es por una Argentina dependiente de las potencias, que le venda a estas sus materias primas y le compre sus manufacturas por los siglos de los siglos (esta expresión aparece en el texto en cuestión), que “libere” sus ríos al comercio exterior, que se subyugue a “la Europa” para, quizás, algún día poder aprender algo de ella.

Más allá de su calidad literaria (que, en última instancia, no es más que una cuestión subjetiva), el mérito, si es que puede ser denominado así, del Facundo es el de ser una de las obras mentoras de la ideología neocolonial en la Argentina. 

Desde esta perspectiva, Sarmiento y su obra triunfaron ya que los apotegmas presentados en el texto se han vuelto apotegmas del sentido común hegemónico. Cada una de las tesis del Facundo es repetida constantemente por quienes apuestan por una Argentina sometida a los poderes fácticos extranjeros y en donde la soberanía nacional no sea más que una palabra vacía, e, incluso, inexistente.


sábado, 11 de octubre de 2014

El neoliberalismo es un sistema




Edgardo Pablo Bergna
Maximiliano Basilio Cladakis

Una larga tradición de pensadores comprende la historia desde una perspectiva esencialmente agonística. Maquiavelo sosteniendo que en cada ciudad habitan dos humores, el de los poderosos que desean oprimir al pueblo y el del pueblo que desea no ser oprimido; la célebre sentencia de Marx aparecida en el Manifiesto comunista acerca de que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases; Kojève, en sus cursos sobre Hegel, afirmando que la dialéctica histórica es la dialéctica de la lucha entre amos y esclavos. Se trata de ejemplos notables por pensar la historia más allá de los optimismos ingenuos que ven la historia de la humanidad como si se tratase de una historia de rosas y de confraternidad universal en donde esa gran confraternidad avanza hacia un idílico estado de bienestar indefinido. Sin embargo, si hay avances, dicho avance contendrá, en verdad, la magnífica y terrible frase de Hegel: la historia avanza siempre por el lado malo.

Ateniéndonos a la experiencia concreta, la historia es conflicto y, ese conflicto, es, fundamentalmente, entre dos grupos humanos: oprimidos y opresores. Cada acto histórico se circunscribe en esa dialéctica infinita, es decir, cada acto, es, o bien un acto de liberación, o bien un acto de opresión. Esto implica que el acto no es nunca un acto que pueda ser comprendido de manera aislada, sino que sólo es comprensible dentro de una totalidad. La opresión es, pues, una totalidad, al igual que la liberación. La dialéctica es la forma de comprender la totalidad: totalidad de la historia, totalidad del conflicto, totalidad de la opresión, totalidad de la lucha contra la opresión.

Una época histórica es una totalidad que guarda en sí misma la historia pasada y la actualiza y renueva abriendo nuevos campos de conflicto. Hay un sino trágico en el devenir histórico del hombre: más allá de las utopías, cada nuevo momento implica un nuevo conflicto. Y más, los oprimidos de ayer pueden ser los opresores de hoy, y los oprimidos de hoy, los opresores de mañana. Cada utopía lleva en sí misma su negación, y cada oprimido que se libera lleva en potencia el germen de la opresión. Caben mencionar dos ejemplos: la burguesía era la clase oprimida dentro del sistema feudal y las Trece Colonias formaban parte del bloque de oprimidos del sistema colonial. Hoy la burguesía y Estados Unidos son los mayores representantes de la opresión a nivel global.

Precisamente, Estados Unidos y sus países aliados junto a la burguesía, en especial pero no exclusivamente la burguesía financiera y mediática, conforman el grupo hegemónico que constituye, en la actualidad, el sistema totalizador de la opresión: el neoliberalismo. Porque el neoliberalismo es un sistema totalizador que abarca las diferentes instancias que constituyen a la experiencia humana. La opresión no sólo es un fenómeno analizable en términos bélicos o coercitivos, sino que guarda un carácter económico, político y cultural. Se trata de una red compleja en donde convergen las fuerzas de las armas, la extorsión financiera, el poder mediático, la cooptación de partidos políticos. Desde está perspectiva, la lógica de la opresión no cambió durante las últimas décadas, a pesar de la caída de la caída del Muro de Berlín. Hay un centro que despliega su poder e intereses sobre la periferia. En ese centro convergen las potencias occidentales y las corporaciones económicas más poderosas del planeta. Del otro lado, hay una periferia que aparece representada, o bien como “patio trasero”, o bien como “estados terroristas”, o bien como regímenes “enemigos de la libertad”. En este contexto, el neoliberalismo es la forma en que el centro se extiende, o busca extenderse, por sobre la periferia para expandirse en pos de sus intereses. En este sentido, la libertad que proclama el neoliberalismo es la libertad de los opresores para oprimir al infinito a la periferia.

Esta libertad, que se quiere a sí misma como infinita, no es sólo una libertad económico-comercial, es una libertad total: es bélica, es cultural, es política. A los fondos buitres, a Goldman & Sach, le siguen las bombas sobre Irak, sobre la Franja de Gaza, los intentos golpistas en Venezuela, la demonización mediática de China, de Rusia y de gran parte del Mundo Islámico. Y muchas veces no se trata de actores distintos que juegan distintos papeles dentro de una misma obra. El litigio argentino contra los fondos buitres lo deja claro: estos mismos fondos participan del saqueo de recursos naturales sobre las islas Malvinas, que es parte fundamental del enclave colonialista británico, quienes votaron en contra de la Argentina en la ONU son los mismos que despliegan su poder bélico sobre Medio Oriente. El afán de dominio del centro se extiende como una red que busca infiltrase en todas partes.

Así y todo, como señala Simone De Beauvoir, los opresores no podrían ser tan poderosos si no hubieran oprimidos que defendiesen sus intereses. En efecto, la opresión, en la mayoría de los casos, sólo puede funcionar con una quinta columna dentro de las filas de los oprimidos. En Argentina, se ve, actualmente, que los oligopolios mediáticos, los grupos concentrados de la economía y la oposición política cumplen dicha función. Corroer desde dentro la resistencia al poder-libertad de la entente opresora. El ataque desde dentro también es múltiple: intentos de golpes de mercado, perpetua difamación del gobierno, llamamientos a la desobediencia civil, estratagemas para esmerilar la legitimidad del Congreso. En suma, intentar deconstruir el modo de Estado constituido durante la última década para volver a consolidar otro: el Estado neoliberal.

Precisamente, frente a la posible pregunta acerca de cuáles serían hoy los instrumentos de resistencia frente al neoliberalismo, la respuesta es sencilla: el Estado. Sin embargo, no se trata de cualquier Estado, ya que muchas veces se habla de él de manera abstracta. En líneas generales, el Estado suele aparecer representado como aquello que hay que combatir. El Estado es el Mal, podría decirse. Esta tesis es compartida tanto por los liberales confesos de derecha, como por el pseudo-progresismo, como por la pseudo-extrema izquierda. Hay en todas estas posiciones una hegemonía del liberalismo que subyace a diferencias ideológicas que son, en verdad, secundarias. En un texto sobre Hegel, Rubén Dri habla de los distintos Estados que se han presentado en la modernidad: el Estado absolutista, el Estado liberal, el Estado democrático y el Estado ético. Podríamos decir que, en la periferia, es el Estado ético la instancia de resistencia frente al afán de dominio global.

Es en la concepción hegeliana del Estado donde este se presenta como Estado ético. Esto significa que el Estado es la dimensión del interés universal, la superación de los intereses particulares. En la periferia, un Estado que se constituya a partir del bien común, que vele por la totalidad y que se despliegue como un proyecto colectivo superador de las mezquindades imperantes en la sociedad civil, es, de manera necesaria, antagónico del neoliberalismo. La dinámica inmanente al neoliberalismo supone la sumisión de la periferia y, por lo tanto, de sus millones de habitantes. El Estado ético al velar por el interés de la comunidad de la cual él mismo emana entra en conflicto con dicha dinámica. El Estado, en tanto dimensión ética donde se dan los intereses y valores compartidos por una comunidad, es el principal enemigo del ansia de extensión del centro y de sus aliados subalternos.

En nuestro país, ese Estado es el Estado que el kirchnerismo, como fuerza gobernante, ha ido constituyendo a lo largo de una década. Y es ese Estado el que el neoliberalismo quiere disolver para habilitar, nuevamente, el modelo de Estado que por casi treinta años imperó en Argentina y en gran parte de América Latina, un Estado que asegure y garantice los interés de las grandes potencias y de las grandes corporaciones económicas. Porque cuando, desde el neoliberalismo, se habla “achicar el Estado”, lo que en verdad se propone es el reemplazo de un Estado que vela por la totalidad por uno que vele por los intereses de las minorías. El neoliberalismo no es un mero “modelo” económico sino, como dijimos, se trata de un sistema totalizador que atraviesa la cultura, la política, y que requiere, por más que lo niegue, un Estado que, como diría Alfonsín, custodie la libertad del zorro en medio de las gallinas.

Nuestro homenaje

Edgardo Pablo Bergna

 Nuestro homenaje a los asesinados por las dictaduras.

  Herida abierta por el golpe de Estado encabezado por Augusto Pinochet el 11 de septiembre de 1973 resiste y muere en "La Moneda" el presidente de Chile Salvador Allende.

  Precedido por las "Cacerolas del espanto"  el sindicato de camioneros y la derecha civil, militar y religiosa chilena,  paralizó y saboteó la economía y vertebró al interior del país hermano un movimiento de oposición al gobierno de izquierda surgido democráticamente. Oposición diseñada y financiada y corregida por la acción de agentes de la CIA enviados por Estados Unidos, en ese momento administrada por el presidente Richard Nixon.

  Su secretario de Estado, de Nixon, Henry Kissinger recibió en 1973 el premio nobel de la paz (al día de hoy quien escribe está convencido, de que el premio nobel de la paz se otorga a los que, en mayor o menor medida, han contribuido -o contribuirán, caso Barack Obama- a la paz de los cementerios)  El secretario de Estado Kissinger está vinculado a los procesos dictatoriales en Latinoamérica de la década del 70, creador, además, de la escuela de las américas y el plan cóndor.

  En nuestra Suramérica, en nuestro Mundo, la acción siempre se debate entre dos principios: estamos a favor de los oprimidos o a favor de los opresores. Hoy nuestro País, nuestra Suramérica, nuestro Mundo debate sobre esos principios.
  Quienes están a favor de los mas poderosos del mundo lo están en Chile de 1973 apoyando el golpe, o en Argentina, con el dictador Rafael Videla en 1976. Quienes están a favor de los opresores, hoy Septiembre de 2014, lo están tanto en las Naciones Unidas,  oponiéndose a la creación de un marco legal para la reestructuración de deuda; o en el Congreso de la República Argentina oponiéndose a ley que favorece el pago soberano de la deuda externa.

Eticidad, praxis, comunidad





Maximiliano Cladakis

   A diferencia del concepto moderno de sociedad (comprendida esta en la acepción esencialmente de “sociedad civil”), la comunidad  implica una totalidad en donde los lazos entre los sujetos no se reducen a meras relaciones de exterioridad. La “sociedad” suele ser presentada, sobre todo en las teorías liberales, como un conjunto de individuos en donde cada uno está “al lado del otro” (o incluso, en “contra del otro”). En términos sartreanos, podríamos decir, que la sociedad implica una “serialialidad”. El mismo Hegel, al hablar de  la sociedad civil, se refiere a esta como la dimensión donde cada individuo prosigue unicamente su propio interés. Hay, en estas concepciones de la “sociedad”, un vínculo más que evidente con el mercado como forma hegemónica que penetra las distintas facetas de la existencia humana.  En Simmel, por ejemplo, la sociedad aparece reducida al conjunto de individuos consumidores o productores, de compradores o venderos de mercancías.

    Si la sociedad se presenta, entonces, como sumatoria de individuos, la comunidad, por el contrario, implica un “nosotros” que excede y trasvasa las lógicas mercantiles que se fundamentan en lo que Hegel comprende como el individuo abstracto. La comunidad, por el contrario, se fundamenta en la existencia de lazos de interioridad que posibilitan la emergencia de un sujeto colectivo, de una intersubjetividad real que rompe con las lógicas individualistas por las que se rige la sociedad. Hay un ser común: valores, creencias, ideales que comparten los integrantes de la comunidad y que superan la mezquina idea de “interés individual”. En pocas palabras, la comunidad se encuentra fundada en la eticidad.

     La idea de “eticidad”, en su sentido hegeliano, abre la posibilidad de comprender  la comunidad como una coexistencia que se afirma en un mundo histórico-cultural concreto. Frente a la moralidad kantiana, frente a la religiosidad de lapropia interioridad, frente a la abstracción del derecho, fundada en la igual de abstracta noción de “persona”, la eticidad afirma el ser histórico de la existencia común. Si la moralidad kantiana es una moralidad a priori y el derecho se funda en la alienación del sujeto histórico-concreto en la idea de “persona”, la eticidad emerge desde las entrañas mismas de la experiencia histórica concreta. En la Fenomenología del espíritu, Hegel ubica su emergencia, incluso, en un momento específico del despliegue histórico: el origen del mundo ético es el mundo griego.

   Ahora bien, la comunidad no es, por lo tanto, un constructo metafísico, ni un fenómeno dado de una vez para siempre. Surgida del acontecimiento histórico, la comunidad se constituye dialécticamente a través de la praxis comunitaria. En la Crítica de la razón dialéctica Sartre equipara “comunidad” a “comunidad práctica”. Es en la praxis, pues, donde la comunidad se realiza. La acción comunitaria implica una totalización del mundo circundante al mismo tiempo que hace a la comunidad. La eticidad que da fundamento a la comunidad se revela y realiza en la praxis. Una praxis que, al igual que la comunidad, es inexorablemente histórica.

    Sin embargo, al ser histórica y al afirmase en la praxis, la comunidad está siempre en peligro. Por un lado, a partir de las fuerzas que operan desde fuera. Pues, hasta que no se cumpla el sueño de Aliosha, toda comunidad es una totalidad que se encuentra entre otras totalidades. El nosotros implica un ellos, los agrupados, a los no-agrupados. Hasta que punto ese ellos es uno de los fundamentos principales del nosotros, es un tema complejo, aunque tal influencia sea indudable. Por otro lado, hay un peligro interno: el de la descomposición molecular. Tanto Sartre como Hegel (podríamos agregar a Maquiavelo) advierten que, dentro de la propia comunidad, HABITAN fuerzas centrifugas que tienden a la extinción de la comunidad.

   Siguiendo a Sartre, la mismidad  del nosotros no sólo no anula, sino que requiere laalteridad. Para que la comunidad despliegue su praxis es necesaria la alteridad. Cada integrante de la comunidad es útil a ella a partir de su particularidad. Para la praxis común son absolutamente imprescindibles las características particulares. Es decir, para ser uno de los mismos es necesario ser otro. Ese juego de oposición de ser al mismo tiempo un mismoy un otro es una amenaza constante de la comunidad y, paradójicamente,  su condición de posibilidad. En la Crítica de la razón dialéctica esta oposición será definida como la contradicción fundamental de la comunidad.

    La comunidad, en tanto comunidad ética, necesita, entonces, afirmarse constantemente a sí misma en el ambiguo y cambiante terreno de la historia. La eticidad se debe desplegar en un actuar en conjunto en donde cada uno, en su particularidad, se comprenda como parte de una totalidad que lo contiene y supera sin anularlo. El desafío de la comunidad es permanente: desplegar su praxis con fines trascendentes a sí misma, al mismo tiempo que constituirse, consolidar y mantener su cohesión interna, su inmanencia como totalidad.

viernes, 15 de agosto de 2014

Palestina (Ataque de Israel)


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miércoles, 6 de agosto de 2014

Esperanza

Maximiliano Cladakis     
  
  
Siguiendo al filósofo judeo-alemán Walter Benjamin, podríamos decir que la historia de la humanidad es la historia de una gran catástrofe. Mirar hacia el pasado es mirar hacia  un cúmulo infinito de ruinas donde la opresión, el crimen y la muerte derriban todo ingenuo ideal de progreso. El Anticristo, figura mítica empleada por Benjamin y que podría ser comprendida como la representación simbólica del Mal radical, parece imponerse triunfalmente por sobre todo vestigio de esperanza, de redención, de anhelos de un mundo más justo e igualitario.

    Sin embargo, el propio Benjamin habla de la inminencia de momentos que quiebran con este continuum catástrófico y en donde la esperanza emerge entre los escombros de un proceso marcado por el constante triunfo del Mal. Benjamin, empleando la terminología del mesianismo judío, dirá que se trata de las rendijas desde donde se anuncia la temporalidad mesiánica, la cual otorga esperanza en medio de la desesperación.

   Ayer, 5 de agosto de 2014, se abrió una de esas rendijas en la Argentina. La recuperación del nieto de Estela Carlotto, inesperada, tal vez impensable, dejó atónitos a todos los que, de una manera u otra, acompañamos, apoyamos y admiramos la gesta heroica de las Abuelas de Plaza de Mayo. Estela, símbolo indiscutible de lucha y de compromiso, encarnación misma de la perseverancia en pos de la Memoria, de la Verdad y de la Justicia, encontró al hijo de Laura, su hija, desaparecida, asesinada cobardemente por las bestias que convirtieron a la Argentina en un campo de exterminio y que constituyeron uno de lo momentos más oscuros de nuestra historia.

     Decimos “uno” porque nuestra historia, como decía Benjamin de la historia de la humanidad, también está signada por el triunfo del Mal. Desde el genocidio originario llevado a cabo por los españoles tras el “descubrimiento” de América al genocidio perpretado por la última dictadura cívico-militar, pasando por el genocidio comandado por Roca en su denominada “Conquista del Desierto” y por los bombardeos, persecuciones y fusilamientos contra los peronistas a partir de 1955 (que también deberían ser clasificados como “genocidio”), la historia de la Argentina es una historia que suma escombros sobre escombros, ruinas sobre ruinas.

    En este sentido, la aparición de Guido es, sin lugar a dudas, una ruptura dentro de ese proceso catatrófico. Un acontecimiento que brinda esperanza en medio de la desesperanza, que, al igual que los otros 113 nietos recuperados, iluminan la lucha infatigable de Estela y las Abuelas, iniciada en los tiempos del terror y sostenida, sin claudicación, en los tiempos de una indiferencia cómplice del genocidio que duró décadas, hasta el 2003, cuando la lucha de los organismos de Derechos Humanosse volvieron políticas de Estado.

   Esto, obviamente, no significa que el pasado se encuentre ya redimido, ni que se encuentre sellado el abismo de miles de muertos, torturados y desaparecidos que ciñe nuestra historia. El Abismo y la catástrofe siguen ahí, y lo seguirán estando. Sin embargo, cada nieto recuperado es un acontecimiento que abre una rendija que deja entrever algo de luz en medio de la oscuridad, una luz de la cual Estela y las Abuelas son unos de sus mayores representantes.

miércoles, 16 de julio de 2014

Decencia (Relato)


Maximiliano Cladakis

- Es indecente, simplemente… es indecente – dijo Marta, con cierto aire de indiferencia, como algo que ni siquiera debía de ser dicho por su obviedad, mientras sorbía un trago de su té con limón.

- Yo no lo entiendo... con Juan Carlos le dimos todo -  Respondió, algo compungida ,María Estela, con la mirada perdida sobre la pantalla que se elevaba a unos metros por encima de las mesas y a la que no  prestaba ninguna atención.

- ¿Y yo que tendría que decir entonces? Por Claudia nos sacábamos el pan de la boca, le pagamos la Universidad y después se termina yendo con ese tipo…mejor no me hagas acordar…- replicó Marta, indignada,  aunque no parecía hablar con su compañera de mesa, sino esencialmente consigo misma.

- Es así – suspiró María Estela con tono resignado- Uno hace todo por ellos y, a cambio no le dan ni las gracias, al contrario, parece que nos odian… Antes no era así, no era así…
- ¡Claro que no era así!- exclamó Marta, con voz potente, abriendo expresivamente los ojos por primera vez en la tarde - antes había respeto… y sobre todo ¡Decencia!

- Sí, tenés razón – asintió María Estela bajando la mirada- Antes a los padres se los respetaba… Y no sólo una ¿sabés cómo lo trataba Juan Carlos a mi papá? Como a un señor. Una vez…

- ¿A los padres? –La interrumpió Marta- ¡A todo el mundo se trataba con respeto! A las maestras, a los policías, a los militares ¡Las cosas eran como deben ser! Ya me estoy poniendo nerviosa…

- Sí, todo se vino abajo… en nuestros tiempos la maestra era la Maestra, el policía era el Policia, el militar era el Militar…

- ¡Y ahora cualquier malcriado le pega a la maestra!- Dijo Marta, casi gritando- ¡Y ni hablar de la policía! ¡Les pagan un sueldo miserable y matan a cincuenta por día! Y después, si un policía se defiende vienen los de los derechos humanos… ¿¿Y los derechos humanos de las víctimas?? ¿¿Y los militares?? Es gente grande. Vos los ves y son caballeros. No los dejan ni morir en paz… Cambiemos de tema… siento que se me sube la presión y el médico me dijo que no tenía que ponerme nerviosa.

   Hubo un momento de silencio. Marta aspiraba y expiraba profundamente, mientras sus mejillas abandonaban el color rosa para regresar a la palidez habitual. Su amiga volvía a clavar la vista en la pantalla. Los sócalos pasaban una noticia tras otra de manera intermitente. Sin embargo, los aparatos estaban silenciados, una radio que transmitía una música alegre y despreocupada ocupaba el lugar de la voz de los periodistas. En la mesa de al lado, un grupo de hombres, vestidos con camisa y corbata, que rondaban los cincuenta años, bebía champagne y hablaba, por momentos a gritos, sobre temas que iban de los automóviles al futbol, pasando por los negocios y las mujeres, mientras que, de tanto en tanto, se intercalaban insultos esporádicos hacia el Gobierno Nacional.

- El otro  día me cruce al hijo de Susana – dijo María Estela, reanudando la charla, al tiempo que revolvía con una cuchara por enésima vez su té.

- ¿Cómo anda?- preguntó Marta ya calmada – Ese es un buen chico. Después de que se le murió el padre, se hizo cargo de la fábrica … y a la madre la tuvo siempre como a una reina
 - Lo vi preocupado. Me dijo que andaba con unos problemas con los obreros. Con este tema de que la AFIP los obliga a ponerlos en blanco, los números no le están dando…

    Marta esbozó una sonrisa de resignación. Bebió el último trago de su té con limón y dejó la taza vacía sobre el plato que estaba encima de la mesa

- Es así como está todo, te lo dije mil veces, no dejan vivir a la gente decente.


     María Estela asintió con la cabeza y siguió revolviendo su propio té. De la mesa de al lado, uno de los hombres contaba, con orgullo, cómo se había acostado con la mujer de uno de sus empleados.


martes, 15 de julio de 2014

Israel: un Estado Occidental y Cristiano


Maximiliano Basilio Cladakis

    La religión oficial del Estado de Israel no es el cristianismo, ni su ubicación geográfica se extiende sobre lo que suele ser denominado como región occidental del mundo. Sin embargo, el Estado de Israel es, así y todo, un Estado Occidental y Cristiano. Incluso, quizás, uno de los más radicalizados.

    “Occidental” y “Cristiano” no son, en términos políticos, conceptos que se corresponden a la religiosidad de un pueblo ni a su ubicación territorial. Es más, no sería exagerado decir que “Occidental” y “Cristiano” son configuraciones conceptuales que no tienen nada que ver con la religión ni con la geografía.   Lo “Occidental” y “Cristiano” debe, entonces, ser comprendido a partir de una lógica que trasvasa el ámbito de las creencias y de las territorializaciones.

   El Mundo Occidental y Cristiano es el Mundo Civilizado, más allá de si se trata de Estados que están al oriente o al occidente, o si sus religiones oficiales son el cristianismo, el judaísmo o el budismo. El polo central de  oposiciones partir del cual se configuran los ejes esenciales de las disputas en el plano internacional es, como hace siglos, el binomio “civilización-barbarie”.

    El ser civilizado es el ser occidental y cristiano, incluso cuando no se lo sea. Y viceversa, el ser bárbaro es el no ser ni occidental ni cristiano, aunque sí se lo sea. Venezuela, por ejemplo, se encuentra al occidente de Europa y su religión oficial es el cristianismo. Sin embargo, no se trata de un Estado civilizado, sino de una de las encarnaciones más extremas de la Barbarie (todo esto, vale aclarar, desde la perspectiva de la Civilización). No es, por lo tanto, un Estado ni “Occidental” ni “Cristiano”. Un ejemplo contrapuesto: la religión oficial de Japón no es el cristianismo, y se encuentra en el extremo oriente de Europa (aunque al occidente de América Latina, y, si entramos en detalles, debido a que la tierra es una esfera, también de Europa), sin embargo es un Estado civilizado, por lo tanto, forma parte del mundo “Occidental” y “Cristiano”.

   El argumento carece de toda lógica si comprendemos la lógica desde un plano formal, pero la lógica de, como bien la llama José Pablo Feinmann, la razón imperial es una lógica radicalmente distinta a la de las formalizaciones, y totalmente alejada de principios tales como el de “no-contradicción” ¿Qué es, entonces, la Civilización? A esta pregunta se podría dar respuestas múltiples y variadas. Sin embargo, resumiendo: la Civilización son las potencias mundiales y sus aliados.

   La lógica de la Civilización es, pues, la del imperialismo. “Nosotros somos los civilizados, por lo tanto, somos el Bien; los otros son los bárbaros, por lo tanto, son el Mal”. Este es el fondo de toda argumentación “pro-civilizatoria”, una simple máscara detrás de la cual no hay otro secreto más que el imperialismo: un Estado, un pueblo, una Nación, sojuzgando, masacrando y vejando a otro Estado, a otro pueblo, a otra Nación.

   Israel es, sin lugar a dudas, un Estado civilizado. Sojuzga, masacra y veja a poblaciones enteras. Sin embargo, el establishment internacional guarda silencio. Es lógico: Israel es la Civilización, por lo tanto es el Bien, sus enemigos son la Barbarie, por lo tanto son el Mal. Matar, violar, carbonizar criaturas recién nacidas no es un crimen si se trata de seres infrahumanos. Y, para el Estado Israelí, los palestinos, como todos los bárbaros, son seres infrahumanos. Ellos están en una Guerra Sagrada, no la llamarán Jihad pero es lo mismo, y en una Guerra Sagrada vale todo ya que el Bien lucha contra el Mal, y en esa lucha no hay mediaciones.

   El último ataque de Israel hacia la franja de Gaza lo deja bien en claro: 122 muertos, entre los que se contaban 22 niños, 15 mujeres y 12 ancianos. Sin embargo, no hay indignación ni condena hacia aquellas muertes, como tampoco las hay hacia las políticas de legalizar la tortura, de no dejar entrar ayuda humanitaria al territorio en conflicto, de lanzar fósforo blanco sobre poblaciones civiles, de querer lanzar una guerra nuclear sobre un país que no cuenta con armamento de ese tipo; etc.  

   En un artículo escrito por León Rotzichner, publicado hace unos años en Página 12, el escritor e intelectual señalaba una paradoja trágica: Israel, históricamente, había sido la víctima de las peores atrocidades cometidas por el Mundo Occidental y Cristiano durante siglos, atrocidades que culminarían en la Shoá, sin embargo hoy es el adalid y guardián de ese Mundo Occidental y Cristiano, y en su nombre comete contra los pueblos vecinos, los mismos crímenes que el Mundo Occidental y Cristiano cometió contra él.

     Lo dicho por Rotzichner continúa teniendo hoy una vigencia primordial. Cada acto del Estado de Israel lo afirma más como la vanguardia más radicalizada del Mundo Occidental y Cristiano, y, en cada crimen de Lesa Humanidad que perpetra se afirma más como partícipe de ese mismo mundo que eliminó a más de seis millones de judíos.






viernes, 20 de junio de 2014

Pectorales (relato)



Maximiliano Cladakis

    La ducha caliente había relajado algo sus músculos. El vapor aún fluía dentro del cuarto de baño mientras con una toalla quitaba la humedad del espejo. La imagen que le devolvía aquella superficie  resbaladiza era el correlato perfecto del leve dolor que surcaba sus pectorales. Era un dolor dulce, agradable, la recompensa de un trabajo bien realizado. Ese dolor, que más que dolor se trataba de un cosquilleo, era su orgullo.  Pasó ambas manos por aquellos músculos trabajados. La sensación era increíble. Tocaba y miraba aquella obra de arte, libre de todo pensamiento. Ahí estaba él, en esos pectorales grandes, fuertes, que parecían hechos de acero templado. Tensó los músculos y por un momento sintió un placer casi orgásmico. El y sus pectorales, siendo uno, siendo lo mismo. Ninguna otra cosa importaba en el universo. El universo estaba vacío, sus pectorales eran el universo.

   Salió del cuarto de baño, orgulloso de su desnudez. Hubiera querido que haya alguien para que lo viese en su perfección. Una perfección fruto del trabajo, de horas, de días, de meses, levantando pesas, sacrificándose en pos de un ideal que hubiera parecido irrealizable. En su habitación comenzó a cambiarse. “Por suerte hace calor”, dijo en voz baja.  No debía llevar ningún suéter ni pullover, sólo la remera blanca de cuello en v que se ceñía a su cuerpo como una segunda piel y que resaltaba su mayor logro. Volvió al cuarto de baño. Se peinó. Luego volvió a contemplarse, ahora vestido, frente al espejo. De nuevo, volvió a quedar cautivado. El tiempo perdió sentido. El universo volvió a desaparecer. Sin embargo, se le cruzó por un segundo la imagen de Mariana. Debía ir a buscarla y no quería volver a dejarla esperando.

    Antes de salir le envió un mensaje de texto diciéndole que en una media hora estaría allí. Salió de su departamento. Vio el cielo nocturno tachonado de estrellas y las luces de la avenida fulgurando intensamente. Había mucha gente en la calle. Algunos vecinos del edificio lo saludaron al entrar. Él tomó aire  e irguió más el pecho, aunque no le hiciera falta. Pasaron unas chicas bonitas que le sonrieron. Él les devolvió la sonrisa. Sus pectorales vibraron. La noche era perfecta. Y él era el dueño de la noche.

   Llegó  a la casa de Mariana. No tuvo que apagar el motor porque ella ya se encontraba esperándolo en la puerta. Ni bien lo vio fue hacia el auto con pasos cortos y presurosos. Entró al vehículo y lo besó para luego bajar el espejo interno del auto y corroborar que el maquillaje no se hubiera corrido. Él la miró de reojo. Estaba esplendida. Llevaba un vestido corto, suelto en la parte baja y ceñido en la parte alta. El escote era pronunciado. Sus senos, perfectos, redondos como dos globos oculares, se mostraban erectos en una actitud de altivez digna de un mandatario del primer mundo. No llevaba sostén por lo que sus pezones se dejaban entrever sutilmente. Estaban en el centro de aquellas dos esferas sublimes. Esos pechos, igual que el suyo, eran perfectos. Pero había una diferencia. El de él era obra de su propio esfuerzo, los de ellas la simple obra de un cirujano. Ella le debía su perfección a un tercero, él no. Al pensar en eso, no pudo ni quiso evitar sentirse superior.

   Estacionó a unos metros del pub. La parte glamorosa de Palermo se mostraba en todo su fatuo esplendor. Ese barrio viejo, reciclado para las nuevas generaciones de “gente de bien” y de turistas, era un collage donde lo folclórico de un pasado de tangos y arrabales se entremezclaba con nombres en inglés y argentinismos exagerados. Él y Mariana amaban ese lugar. Se sentían libres, seguros, un lugar habitado por iguales. No había pobreza, no había fealdad. Ese lugar repleto de extranjeros decentes, no de los ilegales provenientes de los países limítrofes, y de personas que iban a pasar un buen momento era el correlato perfecto de sus cuerpos y de sus vidas. Todo encajaba. Nada estaba de más.

   Entraron al local. Instantáneamente vieron la mesa donde ya estaban Leo, Andrea, Julián, Fernando, Vanina. Se sentaron junto a ellos entre besos, saludos y bromas. Una música brasileña sonaba de fondo mientras las pantallas de LCD mostraban imágenes y videos que nada tenían que ver con esa música. La luz tenue y azulada daba sobre las fotografías colocadas en las viejas paredes refaccionadas. Los rostros de Chaplin y de Gardel adquirían una tonalidad que no habían tenido en más de 70 años. En una esquina James Dean miraba el horizonte sobre una Harley Davidson mientras un cigarrillo colgaba de su boca.

   Las horas pasaban y las cervezas dieron lugar a tragos más complejos y sutiles. A la mesa se habían agregado algunos amigos que habían llegado más tarde. Por momentos, los hombres hablaban sólo entre ellos, al igual que las mujeres; por momentos, la charla se extendía sobre toda la mesa quebrando la diferencia de géneros. Él se sentía increíblemente bien. Sabía que  era el más atractivo de la mesa y  Mariana la más bella. Su risa tenía una tonalidad más limpia, más clara y a la vez más potente que las demás. Cuando hablaba, el resto hacía silencio y lo escuchaba con atención. Su palabra tenía una densidad mayor que la de los otros. Cada tanto  cambiaba de posición para que los pectorales salieran nuevamente a relucir. Cuando lo hacía notaba la forma en que las mujeres lo miraban. Había deseo. Aunque lo trataran de disimular, él lo sabía. Todas las mujeres en la mesa estaban allí con sus parejas, pero él sabía que deseaban estar con él. Incluso, unas semanas atrás, Vanina lo había hecho, a pesar de ser la novia de Julián por más de cuatro años. Julián era su mejor amigo. En un momento casi había sentido culpa, pero después se recordó a sí mismo que esas eran cosas que pasaban. Julián, en última instancia, era un hombre afortunado por tenerlo como amigo, lo mismo que Mariana por tenerlo como novio.

   Al salir el sol, el local se fue vaciando lentamente. Él y sus amigos decidieron irse. Le pagaron al mozo y se levantaron de sus asientos. Algunos estaban algo ebrios, Fernando incluso había vomitado durante la noche. Él, en cambio, tenía resistencia al alcohol. Seguía lúcido y erguido. La mañana despuntaba, los autos se marchaban. Él caminaba delante del grupo, Julián iba un paso atrás mientras le contaba sobre las posibilidades de un ascenso en la empresa. Estaban cansados pero contentos de haber pasado una noche perfecta.

    Sin embargo, cuando se disponían a despedirse para que cada uno tomase su camino, un acontecimiento les hizo sentir que el mundo se desmoronaba. A unos diez metros, un hombre, de edad indiscernible, caminaba hacia ellos. Iba con la cabeza gacha y encorvado, parecía hablar solo. Tenía el pelo negro, la piel oscura, al abrir la boca se le notaba que le faltaban algunos dientes. Iba vestido con harapos. En la mano derecha llevaba una caja de vino tinto. Su caminar era lento, por momentos rengueaba. Parte de sus pantalones estaban mojados, seguramente se trataba de orina. Parecía no tener hombros ni pectorales, sino tan sólo ser una joroba andante.

   Ese ser que avanzaba inexorablemente hacia ellos era la negación de aquella plenitud sin fisuras, sin grietas que había sido la noche. Si bien se veía que era un ser enclenque y que, debido a su ebriedad, un mero empujón bastaba para derribarlo, el grupo fue presa del pánico. Todos se echaron hacia atrás, hombres y mujeres. Él quedó adelante, sólo. Los pectorales se le volvieron a tensar. Miró a los ojos a ese ser infrahumano que seguía avanzando. Este no le devolvió la miraba, seguía con la cabeza gacha. Igualmente no detenía su paso.

   El hombre indiscernible se detuvo frente a él. Él sintió la adrenalina atravesar salvajemente todo su cuerpo. Percibió que los músculos del pecho se agrandaban como nunca antes lo habían hecho, como si estuvieran a punto de estallar. El hombre levantó la mano izquierda lentamente, con la palma hacia arriba, como pidiendo una limosna. Él le lanzó un golpe que concentraba toda la fuerza de sus pectorales. Su puño se hundió en la cara de ese despojo andante que inmediatamente cayó al suelo lanzando chorros de sangre por la boca y la nariz.

    Él se mantuvo en su lugar. Miró, por un segundo, a su rival, inconsciente, tal vez muerto, en el suelo mientras la caja de vino derramaba su contenido y se mezclaba con la sangre. Luego volvió la vista hacia sus amigos. Ya estaban tranquilos, calmos. La serenidad y la perfección habían regresado.

   Se acercaron a él, despacio, con muestras de admiración y agradecimiento en los rostros. Mariana se les adelantó, para abrazarlo y besarlo. Al fin de cuentas, él era su novio y había sido el héroe de la jornada. Él la tomó por la cintura, deslizo una mano sobre su nalga izquierda y tensó nuevamente sus pectorales.